La cuestión acerca de Dios fue siempre una de las primeras y más Importantes que se le plantean al hombre. Llegó a ser, por tanto, una cuestión fundamental del pensamiento filosófico. Al comienzo de la filosofía occidental se halla la cuestión acerca de la razón primordial de todo, razón que se conoce como Dios o lo Divino. Tan sólo la metafísica clásica alcanza en Dios lo Primero y lo Supremo, que en el pensamiento de la antigüedad tardía sigue dejándose sentir como lo Uno primordial. Con razón el pensamiento cristiano desde sus comienzos y durante toda la Edad Media está regido por la idea de Dios, pero no sólo por la cuestión filosófica acerca de Dios, sino también por la fe teológica en Dios, una fe que ese pensamiento quiere fundamentar y desarrollar. Sin embargo, también los mayores pensadores de la Edad Moderna confiesan a su modo la creencia en Dios, y convierten incluso esa creencia en el fundamento y en el contenido principal de su filosofía.
Una ruptura con esa tradición no se produce sino a consecuencia de la Ilustración, y está determinada por el positivismo, el materialismo y todas las formas de ateísmo. Es verdad que hoy día un ateísmo teórico que se fundamente filosóficamente no aparece ya en primer plano, pero sigue dejándose sentir ampliamente en el ateísmo práctico de nuestro tiempo: en el mundo moderno «se» vive y «se» piensa sin Dios, «como si» Dios no existiera.
La filosofía actual, en la mayoría de los casos, no contempla ya tampoco la cuestión acerca de Dios como una cuestión fundamental del hombre. La cuestión, si no está olvidada, queda ya tan silenciada «como si» Dios no mereciese siquiera que se preguntara acerca de él. Sería una cuestión de la metafísica. Y la metafísica, que una vez fue la filosofía primera, está muy mal vista, y ha sido declarada muerta. Pero esa cuestión no está muerta ni se halla superada definitivamente, sino que —entendida rectamente— está presupuesta en todo, incluso en su negación. Y la cuestión acerca de Dios no podrá desarraigarse mientras haya personas que piensen, que pregunten acerca de la razón y del sentido de su existencia en el mundo, incluso en el mundo actual.
La cuestión acerca de Dios fue siempre una de las primeras y más Importantes que se le plantean al hombre. Llegó a ser, por tanto, una cuestión fundamental del pensamiento filosófico. Al comienzo de la filosofía occidental se halla la cuestión acerca de la razón primordial de todo, razón que se conoce como Dios o lo Divino. Tan sólo la metafísica clásica alcanza en Dios lo Primero y lo Supremo, que en el pensamiento de la antigüedad tardía sigue dejándose sentir como lo Uno primordial. Con razón el pensamiento cristiano desde sus comienzos y durante toda la Edad Media está regido por la idea de Dios, pero no sólo por la cuestión filosófica acerca de Dios, sino también por la fe teológica en Dios, una fe que ese pensamiento quiere fundamentar y desarrollar. Sin embargo, también los mayores pensadores de la Edad Moderna confiesan a su modo la creencia en Dios, y convierten incluso esa creencia en el fundamento y en el contenido principal de su filosofía.
Una ruptura con esa tradición no se produce sino a consecuencia de la Ilustración, y está determinada por el positivismo, el materialismo y todas las formas de ateísmo. Es verdad que hoy día un ateísmo teórico que se fundamente filosóficamente no aparece ya en primer plano, pero sigue dejándose sentir ampliamente en el ateísmo práctico de nuestro tiempo: en el mundo moderno «se» vive y «se» piensa sin Dios, «como si» Dios no existiera.
La filosofía actual, en la mayoría de los casos, no contempla ya tampoco la cuestión acerca de Dios como una cuestión fundamental del hombre. La cuestión, si no está olvidada, queda ya tan silenciada «como si» Dios no mereciese siquiera que se preguntara acerca de él. Sería una cuestión de la metafísica. Y la metafísica, que una vez fue la filosofía primera, está muy mal vista, y ha sido declarada muerta. Pero esa cuestión no está muerta ni se halla superada definitivamente, sino que —entendida rectamente— está presupuesta en todo, incluso en su negación. Y la cuestión acerca de Dios no podrá desarraigarse mientras haya personas que piensen, que pregunten acerca de la razón y del sentido de su existencia en el mundo, incluso en el mundo actual.