Esta investigación se propone indagar los modos y las razones por los que el poder ha ido asumiendo en Occidente la forma de una oikonomía, es decir, de un gobierno de los hombres. Ella se sitúa por lo tanto en la huella de las investigaciones de Michel Foucault sobre la genealogía de la gubernamentalidad, pero busca, a su vez, comprender las razones internas por las que estas no han llegado a completarse. En efecto, la sombra que la presente interrogación teórica proyecta sobre el pasado llega, aquí, mucho más allá de los límites cronológicos que Foucault le ha asignado a su genealogía: hasta los primeros siglos de la teología cristiana, que ven la primera e incierta elaboración de la doctrina trinitaria en la forma de una oikonomía. Situar el gobierno en su locus teológico, en la oikonomía trinitaria, no significa tratar de explicarlo a través de una jerarquía de las causas, como si a la teología le compitiera necesariamente un rango genético más originario; significa, más bien, mostrar cómo el dispositivo de la oikonomía trinitaria puede constituir un laboratorio privilegiado para observar el funcionamiento y la articulación —tanto interna como externa— de la máquina gubernamental. Ya que allí los elementos —o las polaridades— en los que se articula esta máquina aparecen, por así decir, en su forma paradigmática.
La investigación sobre la genealogía —o como se decía en un momento, sobre la natura [naturaleza]— del poder en Occidente, comenzada hace ya más de diez años con Homo sacer”, llega de este modo a una articulación decisiva. La doble estructura de la máquina gubernamental, que en Stato di eccezione (2003) aparecía en la correlación entre auctoritas [autoridad] y potestas [potestad], toma aquí la forma de la articulación entre Reino y Gobierno y, por último, llega a interrogar la relación misma —que al principio no era tomada en cuenta— entre oikonomía y Gloria, entre el poder como gobierno y gestión eficaz y el poder como majestuosidad ceremonial y litúrgica, dos aspectos que han quedado curiosamente descuidados tanto por los filósofos de la política como por los politólogos. Incluso los estudios históricos sobre las insignias y las liturgias del poder, desde Peterson hasta Kantorowicz, desde Alfóldi hasta Schramm, han omitido interrogar esta relación, dejando de lado justamente las preguntas más obvias: ¿por qué el poder necesita la gloria? Si este es esencialmente fuerza y capacidad de acción y gobierno, ¿por qué asume la forma rígida, embarazosa y “gloriosa” de las ceremonias, de las declamaciones y de los protocolos? ¿Cuál es la relación entre economía y Gloria?
Esta investigación se propone indagar los modos y las razones por los que el poder ha ido asumiendo en Occidente la forma de una oikonomía, es decir, de un gobierno de los hombres. Ella se sitúa por lo tanto en la huella de las investigaciones de Michel Foucault sobre la genealogía de la gubernamentalidad, pero busca, a su vez, comprender las razones internas por las que estas no han llegado a completarse. En efecto, la sombra que la presente interrogación teórica proyecta sobre el pasado llega, aquí, mucho más allá de los límites cronológicos que Foucault le ha asignado a su genealogía: hasta los primeros siglos de la teología cristiana, que ven la primera e incierta elaboración de la doctrina trinitaria en la forma de una oikonomía. Situar el gobierno en su locus teológico, en la oikonomía trinitaria, no significa tratar de explicarlo a través de una jerarquía de las causas, como si a la teología le compitiera necesariamente un rango genético más originario; significa, más bien, mostrar cómo el dispositivo de la oikonomía trinitaria puede constituir un laboratorio privilegiado para observar el funcionamiento y la articulación —tanto interna como externa— de la máquina gubernamental. Ya que allí los elementos —o las polaridades— en los que se articula esta máquina aparecen, por así decir, en su forma paradigmática.
La investigación sobre la genealogía —o como se decía en un momento, sobre la natura [naturaleza]— del poder en Occidente, comenzada hace ya más de diez años con Homo sacer”, llega de este modo a una articulación decisiva. La doble estructura de la máquina gubernamental, que en Stato di eccezione (2003) aparecía en la correlación entre auctoritas [autoridad] y potestas [potestad], toma aquí la forma de la articulación entre Reino y Gobierno y, por último, llega a interrogar la relación misma —que al principio no era tomada en cuenta— entre oikonomía y Gloria, entre el poder como gobierno y gestión eficaz y el poder como majestuosidad ceremonial y litúrgica, dos aspectos que han quedado curiosamente descuidados tanto por los filósofos de la política como por los politólogos. Incluso los estudios históricos sobre las insignias y las liturgias del poder, desde Peterson hasta Kantorowicz, desde Alfóldi hasta Schramm, han omitido interrogar esta relación, dejando de lado justamente las preguntas más obvias: ¿por qué el poder necesita la gloria? Si este es esencialmente fuerza y capacidad de acción y gobierno, ¿por qué asume la forma rígida, embarazosa y “gloriosa” de las ceremonias, de las declamaciones y de los protocolos? ¿Cuál es la relación entre economía y Gloria?