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La obra de Georges Bataille tiene una inusitada coherencia. Los mismos motivos que animaban sus textos de los años 30 parecen resurgir en los últimos escritos, aunque con diferente intensidad, nuevas premisas. El erotismo, la risa, el sacrificio, el gasto, la pérdida, la ausencia de Dios... ¿Cómo pensar en lo que esas palabras señalarían pero sobre lo cual no dicen nada? Sin embargo, antes que al pensamiento, son términos que aluden a una experiencia. Eso es lo imposible de pensar, lo imposible de escribir. En ese punto en donde el pensamiento encuentra su límite, empieza Bataílle: una experiencia. Los ensayos de este libro en particular fueron tomados de los tomos XI y XII de las Oeuvres completes de Bataille. Originalmente publicados en distintas revistas, nunca se incluyeron en los libros que por esos años (1944-1961) compusiera el autor. En ellos pueden hallarse vías de acceso paralelas a los caminos de sus más célebres volúmenes. Algunos pasajes de la Summa ateológica, de La literatura y el mal, de El erotismo, de La parte maldita, entre otros, se ven iluminados, ejemplificados, profundizados o circunscriptos por los ensayos que aquí se leerán. Incluso ciertos motivos que Bataille planeaba tratar en sus proyectos más ambiciosos, como la “soberanía” o la “pura felicidad”, encuentran aquí algunos de sus desarrollos fundamentales. ¿Fue Bataille un filósofo? Heidegger lo mencionaba como la “mejor cabeza pensante de Francia en este siglo” —que ya pasó, tal vez para confirmar esa sentencia. ¿Fue un escritor? Sin dudas, escribió, pensó, pero en él la escritura rechaza tanto el decoro de la superficie pulida de un discurso “bello” como la formulación consecuente, el rigor heredado de los sistemas filosóficos. Si lee a Hegel es para extraer de su sistema, cuyo movimiento depende de la negatividad, una afirmación soberana. Como Bataille lo expresa acerca de un libro (¿literario?, ¿filosófico?) de Maurice Blanchot: “El juego del pensamiento requiere una fuerza, un rigor tales, que a su lado la fuerza y el rigor que exige la construcción dan la impresión de un relajamiento. El acróbata en el vacío está sometido a reglas más precisas que el albañil que no se separa del suelo”. Sólo llegando hasta el límite del pensamiento claro y distinto, se podrá ver su más allá, que no es la mera oscuridad, sino el lugar donde los chispazos del pensamiento hacen visibles sus estelas, lo que en ellos era irreductible incluso en el seno de la luz homogeneizadora de la razón. Podríamos decir que Bataille siempre, a través de la filosofía, la antropología o la reflexión estética, llega a la poesía, que no será entonces un género literario. Se trata más bien de un movimiento que deja huellas en lo escrito: creación por medio de la pérdida o, en otros términos, el acto del sacrificio en el lenguaje. Si las palabras parecen construir un mundo y de hecho justifican, por medio del pensamiento discursivo, el mundo de la acción práctica, de los fines útiles, en la poesía se anularía ese carácter articulado, separado, hecho de conceptos y referencias, y se haría visible la totalidad continua de lo que existe. El erotismo, la visión mística, lo poético, la simple . felicidad, son retornos fugaces de lo continuo que niegan la discontinuidad de los seres y sus conciencias separadas. Si la conciencia humana se separó de la animalidad y de la naturaleza, lo natural y el cuerpo no dejan de ser aquello que sostiene ese apartamiento y su verdad última, puesto que siguen siendo la manifestación de su ser mortal, perecedero. Ese retorno de lo continuo en la conciencia discontinua y sus distinciones claras sería la poesía, la afirmación más absoluta, el eran “sí” nietzscheano frente a todo lo que hay. Y esos instantes en que se experimenta la continuidad son el verdadero fin, la meta y el pináculo donde una existencia se justifica por sí misma.

La Felicidad, El Erotismo Y La Literatura - Bataille, Georges

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La obra de Georges Bataille tiene una inusitada coherencia. Los mismos motivos que animaban sus textos de los años 30 parecen resurgir en los últimos escritos, aunque con diferente intensidad, nuevas premisas. El erotismo, la risa, el sacrificio, el gasto, la pérdida, la ausencia de Dios... ¿Cómo pensar en lo que esas palabras señalarían pero sobre lo cual no dicen nada? Sin embargo, antes que al pensamiento, son términos que aluden a una experiencia. Eso es lo imposible de pensar, lo imposible de escribir. En ese punto en donde el pensamiento encuentra su límite, empieza Bataílle: una experiencia. Los ensayos de este libro en particular fueron tomados de los tomos XI y XII de las Oeuvres completes de Bataille. Originalmente publicados en distintas revistas, nunca se incluyeron en los libros que por esos años (1944-1961) compusiera el autor. En ellos pueden hallarse vías de acceso paralelas a los caminos de sus más célebres volúmenes. Algunos pasajes de la Summa ateológica, de La literatura y el mal, de El erotismo, de La parte maldita, entre otros, se ven iluminados, ejemplificados, profundizados o circunscriptos por los ensayos que aquí se leerán. Incluso ciertos motivos que Bataille planeaba tratar en sus proyectos más ambiciosos, como la “soberanía” o la “pura felicidad”, encuentran aquí algunos de sus desarrollos fundamentales. ¿Fue Bataille un filósofo? Heidegger lo mencionaba como la “mejor cabeza pensante de Francia en este siglo” —que ya pasó, tal vez para confirmar esa sentencia. ¿Fue un escritor? Sin dudas, escribió, pensó, pero en él la escritura rechaza tanto el decoro de la superficie pulida de un discurso “bello” como la formulación consecuente, el rigor heredado de los sistemas filosóficos. Si lee a Hegel es para extraer de su sistema, cuyo movimiento depende de la negatividad, una afirmación soberana. Como Bataille lo expresa acerca de un libro (¿literario?, ¿filosófico?) de Maurice Blanchot: “El juego del pensamiento requiere una fuerza, un rigor tales, que a su lado la fuerza y el rigor que exige la construcción dan la impresión de un relajamiento. El acróbata en el vacío está sometido a reglas más precisas que el albañil que no se separa del suelo”. Sólo llegando hasta el límite del pensamiento claro y distinto, se podrá ver su más allá, que no es la mera oscuridad, sino el lugar donde los chispazos del pensamiento hacen visibles sus estelas, lo que en ellos era irreductible incluso en el seno de la luz homogeneizadora de la razón. Podríamos decir que Bataille siempre, a través de la filosofía, la antropología o la reflexión estética, llega a la poesía, que no será entonces un género literario. Se trata más bien de un movimiento que deja huellas en lo escrito: creación por medio de la pérdida o, en otros términos, el acto del sacrificio en el lenguaje. Si las palabras parecen construir un mundo y de hecho justifican, por medio del pensamiento discursivo, el mundo de la acción práctica, de los fines útiles, en la poesía se anularía ese carácter articulado, separado, hecho de conceptos y referencias, y se haría visible la totalidad continua de lo que existe. El erotismo, la visión mística, lo poético, la simple . felicidad, son retornos fugaces de lo continuo que niegan la discontinuidad de los seres y sus conciencias separadas. Si la conciencia humana se separó de la animalidad y de la naturaleza, lo natural y el cuerpo no dejan de ser aquello que sostiene ese apartamiento y su verdad última, puesto que siguen siendo la manifestación de su ser mortal, perecedero. Ese retorno de lo continuo en la conciencia discontinua y sus distinciones claras sería la poesía, la afirmación más absoluta, el eran “sí” nietzscheano frente a todo lo que hay. Y esos instantes en que se experimenta la continuidad son el verdadero fin, la meta y el pináculo donde una existencia se justifica por sí misma.

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