Hay en la actualidad un consenso generalizado acerca de la total ausencia de una doctrina de la guerra civil, sin que esta laguna parezca preocupar demasiado a juristas y politólogos. Roman Schnur, que ya en los años ochenta formulaba este diagnóstico, añadía, sin embargo, que la desatención hacia la guerra civil iba de la mano con el avance de la guerra civil mundial (Schnur, pp. 121 y 156). Han transcurrido treinta años y la observación no ha perdido nada de su actualidad: mientras hoy parece estar ausente la posibilidad misma de distinguir la guerra entre los Estados de la guerra intestina, los especialistas en el tema continúan evitando con cuidado toda mención a una teoría de la guerra civil. Es cierto que en los últimos años, ante el recrudecimiento de guerras que no podían ser definidas como internacionales, se han multiplicado, sobre todo en Estados Unidos, las publicaciones concernientes a las así llamadas internal wars; pero, incluso en estos casos, el análisis no se orientaba a la interpretación del fenómeno, sino, según una praxis cada vez más extendida, a las condiciones que volvían posible una intervención internacional. El paradigma del consenso, que actualmente domina tanto la praxis como la teoría política, no parece compatible con la investigación seria de un fenómeno que es al menos tan antiguo como la democracia occidental.
Hay en la actualidad un consenso generalizado acerca de la total ausencia de una doctrina de la guerra civil, sin que esta laguna parezca preocupar demasiado a juristas y politólogos. Roman Schnur, que ya en los años ochenta formulaba este diagnóstico, añadía, sin embargo, que la desatención hacia la guerra civil iba de la mano con el avance de la guerra civil mundial (Schnur, pp. 121 y 156). Han transcurrido treinta años y la observación no ha perdido nada de su actualidad: mientras hoy parece estar ausente la posibilidad misma de distinguir la guerra entre los Estados de la guerra intestina, los especialistas en el tema continúan evitando con cuidado toda mención a una teoría de la guerra civil. Es cierto que en los últimos años, ante el recrudecimiento de guerras que no podían ser definidas como internacionales, se han multiplicado, sobre todo en Estados Unidos, las publicaciones concernientes a las así llamadas internal wars; pero, incluso en estos casos, el análisis no se orientaba a la interpretación del fenómeno, sino, según una praxis cada vez más extendida, a las condiciones que volvían posible una intervención internacional. El paradigma del consenso, que actualmente domina tanto la praxis como la teoría política, no parece compatible con la investigación seria de un fenómeno que es al menos tan antiguo como la democracia occidental.